PIANO ACTIVITIES #3 : KARLHEINZ STOCKHAUSEN.

3. STUNDE AUS KLANG : NATÜRLICHE DAUERN

Os esperamos este miércoles 29 de abril a las 12:00h en el Auditorio del Conservatorio Superior de Música de Aragón (La duración aproximada es de 140 minutos).

Los y las pianistas que ofrecerán el concierto son: Celia Cortés, Anton Dolgov, Magí Garcias, Sandra Lanuza y Pilar Martín.

Las 24 Duraciones naturales se adentran de lleno en los espacios de las resonancias, en las reverberaciones que se prolongan en la caja del piano, en el eco como forma musical, en el diálogo íntimo del intérprete con el silencio. El registro, la intensidad y el uso del pedal marcan la duración del sonido, su demora y modulación hacia su extinción. El análisis de estas duraciones es crucial, puesto que la entrada de otros acordes acompañando a la nota ejecutada en primer lugar por el pianista creará intervalos y acordes muy determinados por este juego de sonido- resonancia, base para la construcción melódica, armónica y polifónica. Otro factor capital en este proceso es el ritmo, que marca las fases de activación sonora y duración del sonido, la métrica y la respiración de estas duraciones.

Es fácil suponer que las Natürliche Dauern ocupan un puesto de excepción a la hora de adentrarnos en los diálogos del piano con el silencio a través de una generosa y prospectiva reverberación de las cuerdas en la caja del piano. Ello nos lleva a un territorio también explorado por Feldman, por Cage, por Scelsi, por ese magno estudio sobre el pedal pianístico que es Serynade (1998-2000), de Lachenmann. Con todos ellos comparte algo Stockhausen, que no duda en adentrarse en parajes casi desnudos de cuerda percutida, como las primeras de estas piezas.

Algunos números, como el 6 o el 8, resultan más abigarrados, más vibrantes, con espacios para la resonancia mucho más reducidos y una suerte de bucles y espirales sonoras que se adentran en un cromatismo muy saturado, con notas que continuamente se retroalimentan sin fin. Números como el 10 llevan a cabo una suerte de síntesis de ambos planteamientos, con una mano izquierda muy enfática que lleva a cabo ataques de poderosas tesituras graves puras en tonos espaciados, mientras que la mano derecha enfatiza ese discurso de cascabeles irregulares en tesituras muy agudas. A ello se une una suerte de crótalos japoneses, el rin, que acompaña la tesitura más aguda dotando de pluralidad y aromas orientales al sonido. No son frecuentes, en todo caso, irrupciones no pianísticas en las Natürliche Dauern, apenas reducidas a la voz en las piezas 9 y 15, o a una sutil percusión de campanas en la pieza 22, de carácter muy ritual y resonante, expuesta con enorme sensibilidad casi a modo de plegaria. Por lo general, es el piano el que se explota de forma exhaustiva, ya sea a través de métricas irregulares, de cierto desenfreno que lleva al pianista hasta el jadeo, como en la pieza 12; o a través de esa suerte de nota perdida en un desierto de silencio; un silencio cuya aridez resulta dulcificada cuando Stockhausen se desliza hacia un intervalo menor que nos resulte familiar, y cuya epifanía parece un paraíso recobrado, tal es el peso de la tradición sonora que llevamos improntado, de los intervalos llamémosle ‘naturales’, con su infinidad de ecos asociados. Ese territorio, transitado de un modo muy distinto, está también presente en la pieza 14, con sucarácter de aforismo weberniano.

Y es que Stockhausen, a pesar de su imagen de revolucionario e iconoclasta, siempre fue un compositor muy consciente de su inserción en una deriva histórica que de algún modo reaparece con fuerza en los números finales, en las piezas de la 16 a la 21, en la 23, donde parecen resurgir los modos de valores e intensidades del que fuera su maestro, Olivier Messiaen.

Ya sea en piezas puramente resonantes, como la primera; en números que utilizan el pedal cual sordina, como la 15; en aquellas que sólo recurren al teclado del piano; o en las pocas que se aventuran en el arpa del mismo, las Natürliche Dauern son un magnífico ejemplo del último Stockhausen, de cómo su etapa Klang abrió nuevos y más depurados caminos, y de cómo estos, en gran medida, supusieron una síntesis de muchas de sus conquistas musicales, como escuchamos en esa pieza final, la número 24, que funciona casi como una coda conclusiva para todo el ciclo.

Paco Yáñez. Publicado en Mundoclasico.com (ISSN 1886-0605) el 22/11/2010

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